contexto actual

LA MUJER EN EL CONTEXTO ACTUAL
 “Por la teoría de la inmortalidad del alma se explica fácilmente la inferioridad de la capacidad femenina: su vida doméstica no requiere facultades más altas ya sea de cuerpo o mente”. (David Hume)
Tendríamos ante tal evidencia y con un mínimo de cordura que ofrecer disculpas a todas las mujeres, por las deducciones aterradoras y soeces de estos y otros filósofos que han demostrado, sin lugar a dudas su erudición en algunos campos del saber filosófico.
Sin embargo, respecto al tema de las mujeres han dejado ver su misoginia,  su espíritu grosero, sometiendo a su capricho, la integridad de todas y cada una de ellas, rebajando por tanto la dignidad de su ser, que no es otro, ni más ni menos, que el mismo que nos es conferido como seres humanos, hombres y mujeres, mujeres y hombres que adquirimos la dignidad de personas en nuestro hacernos, en nuestro desarrollo existencial, en nuestras vivencias, en ver realizadas nuestras perfecciones, en desarrollar cabalmente nuestra naturaleza, sometiendo al amparo de nuestra racionalidad el conocimiento de nuestra constitución humana, para desarrollar íntegra y armónicamente nuestro
Ser espiritual y físico.
Si ahora nos preguntamos, por qué la igualdad de oportunidades entre los dos sexos ha tardado tanto tiempo en ofrecer un horizonte distinto, tal vez se encuentre la respuesta en las frases arriba mencionadas, puesto que el panorama mundial de hoy da referencias de estos pensadores como los constructores del pensamiento moderno; hecho,  sin duda, que predispone a aceptar paradigmas generados al amparo de construcciones filosóficas que no habiendo sido analizadas suficiente y correctamente permearon el pensamiento occidental, forjando así una idea de minusvalía para las mujeres.
La propuesta de hoy, por tanto, tratará de analizar en qué contexto se desenvuelve actualmente la mujer y cuál es su sitio dentro de la sociedad.
Concientes del los espacios ganados en los ámbitos: social, cultural, laboral y político, y a pesar de los obstáculos y las barreras impuestas por una sociedad eminentemente dominada por varones, las mujeres han demostrado (no podría ser de otra forma) la igualdad de operación, que le es conferida por su calidad de ser humano, que en nada se distingue el ser varón, del ser mujer.
Amerita por tanto, tratar de acercar un poco de luz a tan importante tema, propongo, por consiguiente abordar la cuestión desde la perspectiva antropológica, ya que el constitutivo último del ser humano descansa precisamente en su naturaleza y a partir de ésta, se específica el modo de operar del ser humano. 
Tomando algunas de las diferencias morfológicas, constitutivas del ser humano, pareciera que la naturaleza especificó muy bien las funciones de cada uno de los sexos, sin embargo en el plano espiritual, la diferencia específica ya no se distingue de ninguna forma, y he aquí, donde el espíritu encarnado o la constitución sustancial del ser humano, no guarda ninguna diferencia respecto a su calidad de ser. Esto define por sí, la igualdad que priva entre hombres y mujeres, concediendo tal igualdad, habría que ahondar un poco en el plano de las perfecciones,  (la perfección de ser hombre o ser mujer) y de aquí partimos para explicitar el papel fundamental y trascendental de las mujeres, en el que a mis ojos visto, reviste significativamente una mayor importancia en el contexto actual.
La constitución de la naturaleza femenina encierra la prodigiosa estructura para ser fecunda, de ella depende la perpetuación de la estirpe humana, la perfección dada a su ser para la continuación de las generaciones la obliga al desarrollo de la misma, frustrar su naturaleza sería tanto como negarse a sí misma.
Condición que se ha transformado en un ancla, para su integración plena en un mundo laboral cada vez más exigente y demandante, someter a concurso su vocación de ascender en el campo laboral y desarrollar plenamente sus facultades dentro de un ámbito altamente competido, frustra su condición natural, predisponiéndola a una angustia, por la tensión que causa su natural condición de mujer y la responsabilidad que viene aparejada con ésta, por una parte, y por la otra, la pretensión lícita de desarrollo armónico y la cabal completitud de sus dimensiones para lograr la planificación de su ser.
Desenmarañar el intrincado tejido en el cual las mujeres se ven inmersas, formando parte de un todo, difícil de distinguir en sus partes, el cual, sin ellas, dejaría de ser lo que atestiguamos en el momento mismo de de la observación. Imposible resulta separar el quehacer de la mujer en todos los ámbitos de la competencia humana y distanciar al hombre, la complementariedad que exige nuestra carencia ontológica y existencial para poder completarnos como personas nos ubica en el terreno de la necesidad de los unos y los otros, sin distinción de sexos; mas allá de la necesidad, el amor (operación que genuinamente nos instala por encima de nuestra animalidad) nos une y nos resuelve, disuelve cualquier conflicto generado por la mala interpretación de nuestras diferencias.

La mujer y la familia.Ya señalamos el papel de suprema importancia que tiene la mujer para la especie humana, sin embargo, su papel va mas allá de ser la depositaria de la simiente humana, también en ellas se deposita la custodia de los valores, que deberán ser transmitidos generación tras generación. La enseñanza de los valores, que son arrancados materialmente por las criaturas, que cada una de las acciones de la madre, es vigilada con celo para el aprendizaje y puesta en acción de las capacidades a las que esta facultado el nuevo ser, la educación es un aprendizaje el cual en sus primeras etapas, la mujer como madre se obliga a satisfacer.
Pilar fundamental de la familia, en ella se encuentra el eslabón que cierra el círculo, a ella se reduce la consolidación del núcleo familiar, en ella se vierten las angustias y desesperaciones de cada uno de sus miembros. Por su gran capacidad de dar comprensión, ternura, cariño, amor es manantial inagotable en la noble tarea de la formación, la responsabilidad adquirida de facto, por completarse en lo que es, deja a la mujer muy por encima de la egoísta proposición de algunos filosofastros que por su miopía, las mujeres han padecido algún tipo de marginación.

La mujer y la sociedad
Las mujeres de hoy se desenvuelven y se desarrollan en un medio que les estimula a la persecución de nuevas metas, los espacios ganados en los terrenos que en un tiempo les fueron vedados y las facilidades que se han generado a través de las nuevas dinámicas en que la sociedad desarrolla actitudes distintas de participación, han permitido a las mujeres acceder a nuevos esquemas de realización de sus potencialidades, demostrando en todos los ámbitos la capacidad de acción que no solo iguala la capacidad del hombre, en algunas actividades las supera.
La mujer de hoy, se debate entre su ser y su querer, por una parte esta constituida de tal manera, que la operación de su constitución le exige el desarrollo pleno de su naturaleza, en ella radica la procreación y formación de nuevas generaciones como un componente fundamental de sí misma. Por otro lado la necesidad de crecimiento de su ser personal, la persecución de todas sus aspiraciones, la realización en todas las dimensiones de su persona.
Añadido a esta tensión, las mujeres de hoy se contemplan en la idealidad fantástica proporcionada por los medios masivos de comunicación, la mercadotecnia les ha generado un esquema conceptual, que no admite la imperfección, una obra de arte sin mancha, imposible de ser en la realidad, las somete a tratar de alcanzar objetivos poco reales y maravillosos.
La mujer de hoy, es madre, esposa, profesionista, jardinera, educadora, deportista, compañera, amiga, comerciante, cantante, pilar fundamental de la familia (estructura básica de la sociedad); de ella depende en gran medida el comportamiento social, puesto que la sociedad es la suma de las personas y las personas reciben las primeras impresiones y educación por parte de sus madres, la sociedad tiende a comprometerse con los valores adquiridos.
En este orden de ideas, cabe mencionar el papel de suma importancia que debe asumir el estado para proporcionar un desenvolvimiento digno y sin sobresaltos para las mujeres que de una u otra manera no se han visto favorecidas en su desarrollo personal por cuestiones que aquí no tienen relevancia su mención. El apoyo a las mujeres, es un deber del estado, en el ejercicio de la prevención, (ahora tema de moda) que se genera por la poca oportunidad de convivencia entre madres e hijos, causado por la necesidad que tienen de manutención familiar, en la cual se emplea la mayor parte del tiempo para satisfacer las necesidades básicas.
Por otra parte, las políticas públicas deben cambiar para favorecer el desarrollo integral de las mujeres, brindando espacios preferenciales y horarios culturales en los cuales las mujeres trabajadoras encuentren foros de esparcimiento junto su familia.
Mujeres íntegras, con un desarrollo espiritual armónico, conocedoras del orden en el cual los valores son una garantía, capaz de generar la concepción del bien y la persecución por afinidad con la naturaleza humana, son necesariamente las formadoras de las generaciones futuras y en las cuales recae en gran parte el comportamiento de la sociedad.
Apreciar y aquilatar el papel de las mujeres es por hoy, el papel más importante   que tenemos como hombres (varones). Redistribuir las responsabilidades, privilegiar el papel de madre en la mujer y resaltar la importancia que adquiere para formar las nuevas generaciones, respetar y coadyuvar para que alcance las perfecciones a las que su ser esta llamado.
Mujeres que logran un desarrollo armónico y pleno, nos garantizan una sociedad armónica y sin conflictos.

LA VIOLENCIA EN LA PAREJA
ANTECEDENTES
Una de las formas más comunes de violencia contra la mujer es la infligida por su marido o pareja masculina.
Esto contrasta sobremanera con la situación de los hombres, mucho más expuestos a sufrir agresiones de extraños o de conocidos que de personas de su círculo íntimo (1–5). El hecho de que las mujeres a menudo tengan vínculos afectivos con el hombre que las maltrata y dependan económicamente de él, ejerce gran influencia sobre la dinámica del maltrato y las estrategias para hacerle frente.
La violencia en la pareja se produce en todos los países, independientemente del grupo social, económico, religioso o cultural. Aunque las mujeres pueden agredir a sus parejas masculinas, y la violencia también se da a veces en las parejas del mismo sexo, la violencia en la pareja es soportada en proporción abrumadora por las mujeres e infligida por los hombres (6, 7). Por este motivo, en el presente capítulo se abordará el tema de la violencia infligida por los hombres a sus parejas.
Desde hace mucho tiempo, las organizaciones de mujeres en todo el mundo han venido denunciando la violencia contra la mujer, en particular la infligida por su pareja. Gracias a sus esfuerzos, la violencia contra la mujer en la relación de pareja se ha convertido en un motivo de preocupación internacional.
Considerada inicialmente como un tema sobre todo de derechos humanos, la violencia masculina en la pareja se ve cada vez más como un problema importante de salud pública.

LA MAGNITUD DEL PROBLEMA
La violencia en la pareja se refiere a cualquier comportamiento dentro de una relación íntima que causa daño físico, psíquico o sexual a los miembros de la relación. Este comportamiento incluye:

• Agresiones físicas: por ejemplo, abofetear, golpear con los puños, patear.
• Maltrato psíquico: por ejemplo, mediante intimidación, denigración y humillación constantes.
• Relaciones sexuales forzadas y otras formas de coacción sexual.
• Diversos comportamientos dominantes: por ejemplo, aislar a una persona de su familia y amigos, vigilar sus movimientos y restringir su acceso a la información o asistencia.
Cuando el maltrato se produce reiteradamente en la misma relación, el fenómeno suele denominarse
“maltrato físico”.